Bajo una aparente apariencia (valga la redundancia)
de cercanía y amabilidad, es una tipología de persona que parece que tenga
intención de ayudarte pero, en realidad, te hace más mal que bien. Me explico. Cuando entramos en la deriva de la
enfermedad, nos agarramos a cualquier “tabla de salvación” que nos preste un
poco de atención. Estamos tan perdidos y desesperados que escuchamos el consejo
de cualquiera, sin antes pasarlo por el colador de la imparcialidad para darnos
cuenta, después, de que eso que nos contaban no nos beneficiaba, al contrario,
nos perjudicaba.
La persona tóxica se queja por necesidad, se
queja de la Vida, de sus circunstancias, de su mala suerte pero, sorprendentemente,
no hacen nada por salir del pozo. Están inmersos en una lucha constante, ven
enemigos por todas partes y son incapaces de sacarle el lado positivo a la
mayoría de las situaciones. Y nosotros, en ese estado de desesperanza que nos
encontramos, nos dejamos llevar por ese pesimismo atroz, como el mismísimo lobo
que nos acecha, y nos arrastran con ellos al túnel más oscuro. A menudo, suelen
ser amigos pero, en el peor de los casos, estas figuras también están
representadas a través de nuestros familiares más cercanos. Quizás tengas
un padre
depresivo, una hermana demasiado
controladora o cualquier otro personaje que reúna un perfil similar que
te esté sumiendo en la tristeza más profunda, aunque en la mayoría de
los casos sea de la manera más inconsciente y sutil.
¡Ojo! Mucho ojo, porque vuestra recuperación
y tranquilidad a veces pasa por desvincularse radicalmente de estas personas.
El hecho de “recoger” mentalmente todas sus basuras nos contamina y hace que
empeoremos y no encontremos la salida. Como siempre repito, la clave está en la
RESPONSABILIDAD. TÚ, y nadie más que tú, eres responsable de sacarte de este
período en el que estás metida/metido. Está genial buscar apoyo y ayuda, pero
que sea “sano” por favor. Quiérete un poquito más y reconoce internamente que
esa dinámica no va contigo. Tú Salud te lo agradecerá.