Nuestra
recuperación está íntimamente relacionada con nuestra tranquilidad. ¿A quién no
le ha sobrevenido un brote de Lupus a causa de un episodio estresante en su
vida? Pocos pacientes podrán decir que no guarda relación. El hecho de
proyectar, anticipar, crear, hacer, generar, producir, cumplir, trabajar… ya de
por sí son verdaderos aliados de nuestro archiconocido enemigo: el estrés.
Sabemos
que éste es uno de nuestros peores estados pero, ¿qué hacemos al respecto?
Muchos responderán convencidísimos de su elección: hago técnicas de relajación,
reiki, tomo infusiones relajantes, me hago masajes y un largo etcétera de ideas
que nos obligan a hacer algo al respecto. Sin ir más lejos, yo era una de
ellas. Pero… ¿y si por un momento sueltas el control de todo y te relajas
verdaderamente? Suena bien, ¿eh? Pues la solución es bien fácil y, a la vez,
algo difícil teniendo en cuenta nuestra cultura occidental. Se trata de no
hacer NADA.
Está
claro que todos esos “métodos” que arriba te menciono ayudan muchísimo a
encontrarnos mejor aunque, con el Lupus, hay que saber detectar el momento
donde tienes que parar, con todas sus letras. Hacer un buen “STOP”, como el de
las señales de tráfico, mirar a ambos lados y detenerte, antes de continuar con
la marcha de tu vida. Porque lo que está claro es que el Lupus nos obliga a
parar por alguna razón. Todavía no me he encontrado a nadie que me haya contado
que enfermara durante una etapa feliz y sosegada de su historia. Como ya
contaba en uno de mis primeros artículos, la enfermedad suele acontecer a
consecuencia de ir a contracorriente, de hacer cosas que NO QUIERES HACER. Te
obligas y caes. Nuestro sistema inmunológico frena durante un tiempo la tristeza
y el desasosiego que te creas tú misma soportando una vida que no te
corresponde. Internamente lo sabes, pero continúas.
Todos
tenemos obligaciones, está claro, pero se vive bien con poco y muy tranquila.
Sin grandes aspiraciones se alcanza la gloria. Esta frase me acaba de salir del
alma. Porque lo he sufrido en mis propias carnes, porque he pasado por una
serie de “errores” por los que no quiero que tú, que me estás leyendo,
pases.
El
dicho “estirar demasiado de la cuerda” es muy gráfico en el caso de nuestra
enfermedad. Demasiadas veces aguantamos, aguantamos y aguantamos esperando que
eso que nos crea infelicidad, eso que nos resta ganas de vivir, desaparezca de
nuestras vidas. Que esa rutina cambie de rumbo y nos lleve a una vida
placentera. Pero la situación resta inmóvil y el cuerpo explota de la peor
forma, con una enfermedad. Vivimos inmersos en un sueño donde nos parece que
estamos haciendo lo correcto: formar una familia, trabajar hasta desfallecer
para ser el empleado del año, adquirir bienes materiales… Pero, ¿ es esto lo
que le da sentido a tu existencia? ¿Seguro? Te pido que seas sincera contigo
misma. No te juzgues, solo escúchate.
Es
por esto que, ya que se te ha dado un toque de atención, observa, reflexiona y
razona qué está fallando en tu vida. Dedícate tiempo, mímate y ámate. Es lo
único que debes hacer. Y si te apetece tumbarte a mirar el techo, pues lo
haces, sin más. Nadie te va a juzgar, solamente esa mente que todos tenemos que
te dicta y te atormenta en muchas ocasiones, aunque no seamos realmente
conscientes. Lo demás es totalmente secundario. Nada ni nadie dependen
verdaderamente de ti.