viernes, 28 de octubre de 2016

EL DETONANTE

Por naturaleza, todo tiene un inicio, así como también todo tiene un final. En nuestro caso, el Lupus apareció muy probablemente tras uno o varios hechos traumáticos, a nivel muy inconsciente, que atacaron por la retaguardia nuestra autoestima. Un desencadenante que nos llevó a perder la confianza en  nosotros, que nos mostró la Vida como un lugar poco seguro, nada confiable, y con el que se nos desmoronó nuestra aparente estabilidad emocional. Algo en lo que nunca pensamos que sería capaz de desencadenar una enfermedad como la nuestra.

De hecho, me he atrevido a afirmar que fueron uno o varios sucesos los que nos marcaron e iniciaron el Lupus pero, en realidad, hemos forjado nuestra enfermedad de forma continuada y de manera inconsciente. Para entender esta afirmación tan cruda, te pido que pares un momento y reflexiones acerca de tu Vida antes de que el Lupus apareciera en escena. Personalmente, te voy a describir mis sensaciones, mis emociones. 

Durante los años anteriores al diagnóstico, mis niveles de autoconfianza habían mermado considerablemente. Aunque me esforzaba por recubrir y asegurar mi persona con una férrea coraza, siempre había un resquicio por dónde se colaba una palabra hiriente proveniente del exterior, alguna crítica feroz, diversas envidias incomprensibles, multitud de miradas que me atravesaban como balas o pensamientos sin demasiado fundamento que me encargaba de construir para destruir mi “apacible” realidad. Sin saberlo, estaba abonando un terreno que me acabaría generando el malestar y la consiguiente enfermedad que apareció a posteriori. Durante muchos años, creí que la realidad por la que estaba pasando era externa a mí pero, ¡qué equivocada estaba! Durante todo este tiempo he estado mirando la Vida con ojos críticos, temerosos, aprensivos, que más que anticiparme y/o protegerme de las amenazas de la Vida, me han generado un estado de alerta constante con el que Vivir se me hizo cuesta arriba. 

Llegó un momento dónde la consigna que enmarcaba mi Vida era: “No tengo fuerzas para cambiar la realidad que veo, no merezco ser feliz, todo el mundo me odia, no sé hacer nada bien. Estoy a punto de tirar la toalla”. Esos pensamientos eran la antesala de mi enfermedad. Fueron el caldo de cultivo con los que mi Mente creyó que debía juzgar el panorama que tenía alrededor y, por supuesto, definirme a mí misma como un ser inútil y sin remedio al que se le estaba oscureciendo el futuro por momentos. 

Y así fue como proyecté, a través de mi mente, una película surrealista que me creí sin cuestionamiento alguno y que me llevó a auto-atacarme sin piedad. Una situación que, sin duda, resulta muy gráfica si paralelamente la ponemos al lado de una enfermedad autoinmune como es la nuestra, ¿no creéis? 

Al principio, todos creíamos que  nos había caído una maldición al enterarnos de que teníamos una afección de apellidos impronunciables: Eritematoso Sistémico. Que los Dioses se habían cebado con nosotros. Que nadie tenía más mala suerte que la nuestra. Pero, compañeros de viaje, cuando sabemos que nosotros somos hacedores, co-creadores y responsables de nuestra realidad, no nos queda más remedio que coger las riendas de nuestra historia, deshacer la madeja de creencias que hemos tejido a lo largo de estos años y construirnos otro escenario en el que preparemos nuestra futura y total recuperación.

La Mente es un arma de doble filo que debe adiestrarse con paciencia si no queremos caer en un pozo muy profundo. En las próximas semanas, iremos viendo técnicas con las que aprenderemos a convertirla en  nuestra aliada y mejor consejera. Aunque, también os digo que para consejeros universales y leales están vuestros corazones. Ellos nunca os fallarán. 

Celebro que estés leyendo estas líneas, porque eso querrá decir que, al igual que un mal día se te instaló la desesperanza en tu día a día, hoy se te colará un rayito de Luz con el que te replantearás si realmente estás haciendo las cosas tan bien como creías.


jueves, 20 de octubre de 2016

LA CREENCIA... ESA ENEMIGA SILENCIOSA

¿Alguna vez te has parado a escuchar “conscientemente” el discurso repetitivo que te lanza tu mente? No soy mentalista ni adivina pero posiblemente no sea nada alentador. Desde que en consulta se nos puso la “etiqueta” de enfermos, hemos creído a pies juntillas que nunca más volveremos a estar bien, que nunca más podremos recuperarnos al 100%. Desde ese preciso instante, nuestro cuerpo, nuestras células, escuchan atemorizadas ese pensamiento, esa creencia, ese sentimiento, esa orden inconsciente que te embarga la Vida.
   
Evidentemente ese diagnóstico te lo da un doctor, una persona cualificada que debe asignarle un nombre a toda dolencia y síntoma que se le pone delante. Además, es su “obligación” informarte que es una enfermedad crónica y que tendrás que vivir con esa “penitencia” de por Vida. Pero, realmente ¿te has parado a pensar las consecuencias reales que tuvo su diagnóstico en tu Vida? ¿Lo que desencadenaron esas palabras en tu subconsciente? Literalmente aquel instante nos sentenció. Automáticamente se desmoronaron planes, ilusiones, aparentes seguridades y orgullos… Y como el reo al que condenan a cadena perpetua, te quedas con la impotencia de no poder replicar, con un grito ahogado que quiere exigirle al facultativo de turno que revise esas analíticas, que se asegure de esa afirmación catastrófica que te está sentenciando. Porque no crees que la Vida se te esté empezando a escapar tan rápido. 

Y es así como poco después, se fragua a fuego lento la creencia de ser unos “enfermos sin solución”. Es un convencimiento que nos va acompañando en la sombra, un enemigo silencioso que nos va susurrando allá donde vayamos que no podemos llevar una Vida normal, que no podemos visitar una playa, que no puedes lucir tirantes, que siempre tendrás unas llamativas manchas rojas en la cara, que te arrastrarás de cansancio si haces algo que se salga de lo común…  En fin, una interminable lista de prohibiciones que limitan la Libertad con la que naciste. 

Así que, sin anestesia te digo que el día en que tu médico te comunicó el diagnóstico de tu Lupus le entregaste TU PODER. Y, no sólo a él, sino a todos los demás especialistas que, aparentemente, han pretendido ayudarte sin éxito en tu curación. No te cuestionaste en absoluto que lo que te estaban diciendo podría ser reversible algún día. Que igual que enfermaste por alguna creencia errónea, que ya desgranaremos en próximos artículos, puedes volver a recobrar tu SALUD con paciencia y mucho mimo. Pero no, te quedaste con eso, con la sentencia, con la creencia de que nada volverá a ser como antes. Te integraste en el purgatorio de la enfermedad y te deshauciaste del Reino de la Salud.  

El primer paso que te animo a llevar urgentemente a cabo es desechar cualquier sentimiento de lástima que te tengas, eso te ayudará a deshacerte de una gran cantidad de creencias limitadoras que atesoras equivocadamente.  Recordemos que, sobre la base de la Aceptación de la que hablaba en el anterior artículo, debemos construir creencias potenciadoras que reequilibren nuestros procesos mentales, esos que nos atormentan cada día.  

Qué irónico! Teníamos al enemigo en nuestra azotea y no nos habíamos enterado. Con cariño también te digo que no te creas todo lo que piensas. Porque una creencia errónea va desnutriéndote anímicamente y acaba atrapándote en un laberinto sin salida.  

Para acabar la reflexión de hoy y empezar a trabajar en ello, me quedo con esta genial cita de Einstein y con el siguiente vídeo que puede ayudarnos a "desprogramar" creencias de una manera diferente: Háblale a tus células
 

jueves, 13 de octubre de 2016

LA ACEPTACIÓN DE AQUEL "BAUTIZO"

El blog que hoy se inicia pretende ser una ventanita dónde los afectados de Lupus puedan asomarse para recibir un soplo de aire que les llene de esperanza. 

Recuerdo perfectamente como si fuera hoy (y de esto hace ya siete años), el momento en el que se me informó que padecía un Lupus Eritematoso Sistémico. En ese primer instante, me sentí abrumada por la incertidumbre de padecer algo totalmente desconocido para mi. Ni tan siquiera había escuchado el nombre de la enfermedad en ninguna ocasión. Si os soy sincera, necesité unos días para aprenderme el nombre completo del tirón. 

Después que mi doctora de cabecera "bautizara" lo que me estaba pasando, las preguntas se agolparon rápidamente en mi cabeza. Exigía respuestas convincentes a aquel jarro de agua fría que me había tocado recibir. ¿Cómo era posible que estuviera enferma si siempre había estado sana? ¿Es una enfermedad con cura? ¿Estarán investigando acerca de su curación? ¿De dónde viene? ¿Puede afectarme en mi día a día?... Las incógnitas crecían, no se acababan. Y todo, ante una doctora que me observaba impasible después de darme la inesperada noticia. Sólo supo darme vagas respuestas a mis inquietudes. De nada me servía lo que la ciencia decía.

Probablemente fue mi inconformismo y esa fuerza interna que me ha caracterizado siempre, la que me impulsó a salir de esa consulta con una sola convicción: Todo tiene que tener una explicación. Y hasta el día de hoy, he llevado a cabo una búsqueda que me ha hecho entender que por encima de todo existe la Aceptación de lo que te está pasando. Porque la Paz te da tranquilidad y la tranquilidad recobra tu Salud. Esa es la base principal de tu mejora. La tranquilidad de confiar en la Vida y en las immensas posibilidades del Ser Humano. Yo no nací con un Lupus, al igual que tú, por esa razón, no debemos vernos condenados por ese Lobo Solitario en el que día tras día nos vamos convirtiendo. Porque nos estigmatizamos, porque vivimos con miedo, porque nos negamos a vivir una Vida plena que nos pertenece por derecho, con todas sus ALEGRÍAS, no sólo con penas.

Si yo salí de mis monumentales brotes, TÚ TAMBIÉN PUEDES. Sólo debemos confiar en nosotr@s y en las herramientas que compartiré a través de mi blog y facebook. 

Si deseas ponerte en contacto conmigo porque necesitas ayuda, no dudes en escribirme a: lupusmaestrodevida@gmail.com

Seguimos caminando...