¿Alguna vez te has parado a escuchar “conscientemente”
el discurso repetitivo que te lanza tu mente? No soy mentalista ni adivina pero
posiblemente no sea nada alentador. Desde que en consulta se nos puso la “etiqueta”
de enfermos, hemos creído a pies juntillas que nunca más volveremos a estar
bien, que nunca más podremos recuperarnos al 100%. Desde ese preciso instante,
nuestro cuerpo, nuestras células, escuchan atemorizadas ese pensamiento, esa creencia, ese
sentimiento, esa orden inconsciente que te embarga la Vida.
Evidentemente ese diagnóstico te lo da un
doctor, una persona cualificada que debe asignarle un nombre a toda dolencia y
síntoma que se le pone delante. Además, es su “obligación” informarte que es una
enfermedad crónica y que tendrás que vivir con esa “penitencia” de por Vida. Pero,
realmente ¿te has parado a pensar las consecuencias reales que tuvo su
diagnóstico en tu Vida? ¿Lo que desencadenaron esas palabras en tu subconsciente?
Literalmente aquel instante nos sentenció. Automáticamente se desmoronaron planes,
ilusiones, aparentes seguridades y orgullos… Y como el reo al que condenan a
cadena perpetua, te quedas con la impotencia de no poder replicar, con un grito
ahogado que quiere exigirle al facultativo de turno que revise esas analíticas,
que se asegure de esa afirmación catastrófica que te está sentenciando. Porque no crees
que la Vida se te esté empezando a escapar tan rápido.
Y es así como poco después, se fragua a fuego lento la creencia de ser unos “enfermos sin solución”. Es un convencimiento que nos va acompañando en la sombra, un enemigo silencioso que nos va susurrando allá donde vayamos que no podemos llevar una Vida normal, que no podemos visitar una playa, que no puedes lucir tirantes, que siempre tendrás unas llamativas manchas rojas en la cara, que te arrastrarás de cansancio si haces algo que se salga de lo común… En fin, una interminable lista de prohibiciones que limitan la Libertad con la que naciste.
Así que, sin anestesia te digo que el día en que tu médico te comunicó el diagnóstico de tu Lupus le entregaste TU PODER. Y, no sólo a él, sino a todos los demás especialistas que, aparentemente, han pretendido ayudarte sin éxito en tu curación. No te cuestionaste en absoluto que lo que te estaban diciendo podría ser reversible algún día. Que igual que enfermaste por alguna creencia errónea, que ya desgranaremos en próximos artículos, puedes volver a recobrar tu SALUD con paciencia y mucho mimo. Pero no, te quedaste con eso, con la sentencia, con la creencia de que nada volverá a ser como antes. Te integraste en el purgatorio de la enfermedad y te deshauciaste del Reino de la Salud.
El primer paso que te animo a llevar urgentemente a cabo es desechar cualquier sentimiento de lástima que te tengas, eso te ayudará a deshacerte de una gran cantidad de creencias limitadoras que atesoras equivocadamente. Recordemos que, sobre la base de la Aceptación de la que hablaba en el anterior artículo, debemos construir creencias potenciadoras que reequilibren nuestros procesos mentales, esos que nos atormentan cada día.
Qué irónico! Teníamos al enemigo en nuestra azotea y no nos habíamos enterado. Con cariño también te digo que no te creas todo lo que piensas. Porque una creencia errónea va desnutriéndote anímicamente y acaba atrapándote en un laberinto sin salida.
Para acabar la reflexión de hoy y empezar a trabajar en ello, me quedo con esta genial cita de Einstein y con el siguiente vídeo que puede ayudarnos a "desprogramar" creencias de una manera diferente: Háblale a tus células
Y es así como poco después, se fragua a fuego lento la creencia de ser unos “enfermos sin solución”. Es un convencimiento que nos va acompañando en la sombra, un enemigo silencioso que nos va susurrando allá donde vayamos que no podemos llevar una Vida normal, que no podemos visitar una playa, que no puedes lucir tirantes, que siempre tendrás unas llamativas manchas rojas en la cara, que te arrastrarás de cansancio si haces algo que se salga de lo común… En fin, una interminable lista de prohibiciones que limitan la Libertad con la que naciste.
Así que, sin anestesia te digo que el día en que tu médico te comunicó el diagnóstico de tu Lupus le entregaste TU PODER. Y, no sólo a él, sino a todos los demás especialistas que, aparentemente, han pretendido ayudarte sin éxito en tu curación. No te cuestionaste en absoluto que lo que te estaban diciendo podría ser reversible algún día. Que igual que enfermaste por alguna creencia errónea, que ya desgranaremos en próximos artículos, puedes volver a recobrar tu SALUD con paciencia y mucho mimo. Pero no, te quedaste con eso, con la sentencia, con la creencia de que nada volverá a ser como antes. Te integraste en el purgatorio de la enfermedad y te deshauciaste del Reino de la Salud.
El primer paso que te animo a llevar urgentemente a cabo es desechar cualquier sentimiento de lástima que te tengas, eso te ayudará a deshacerte de una gran cantidad de creencias limitadoras que atesoras equivocadamente. Recordemos que, sobre la base de la Aceptación de la que hablaba en el anterior artículo, debemos construir creencias potenciadoras que reequilibren nuestros procesos mentales, esos que nos atormentan cada día.
Qué irónico! Teníamos al enemigo en nuestra azotea y no nos habíamos enterado. Con cariño también te digo que no te creas todo lo que piensas. Porque una creencia errónea va desnutriéndote anímicamente y acaba atrapándote en un laberinto sin salida.
Para acabar la reflexión de hoy y empezar a trabajar en ello, me quedo con esta genial cita de Einstein y con el siguiente vídeo que puede ayudarnos a "desprogramar" creencias de una manera diferente: Háblale a tus células
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